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1/11/09

Semanario Brecha 6 de Noviembre del 2009

Esta columna fué publicada por el semanario Brecha el viernes 6 de noviembre de 2009.




La semana pasada recibí la invitación de Álvaro Perez García, de Brecha, para compartir mi punto de vista sobre El Perdón, en mi calidad  de Hijo de Desaparecidos.  
Acepto gustosamente su invitación y comparto con los lectores de Brecha, el capítulo de mi último libro, donde expuse lo que siento:

¿Qué es el Perdón?
Con el Perdón me pasó algo parecido a lo que me pasó con la Paz. Cada vez que iba a una entrevista me preguntaban: ¿perdonaste a los militares que asesinaron a tus padres? Una y otra vez les respondía: yo me perdoné.
Hablamos tanto de perdonar… Se supone que es una gran virtud saber perdonar, y discúlpenme que sea tan elemental cuando no entiendo algo, pero ¿qué es el perdón? Éstas fueron algunos conceptos que surgieron en grupos cuando pregunté sobre el perdón:
No olvidar. Aceptar. Se libera una mancha. Ya no hay dolor. Bajarse del caballo, del juzgar, del agravio. Pacificación interna. Soltar el querer estar de un lado o del otro. Para perdonar es necesario entender. Ausencia de rencor, de resentimiento y de miedo. Soltar lo que no me aporta. Prefiero disculpar.
Esta última frase va acorde a varios caminos espirituales que hablan de que nosotros los humanos podemos disculpar, porque perdonar requiere la energía divina, que elimina la memoria de lo sucedido. Hecha la salvedad, seguiremos hablando del perdón, en su calidad de una profunda disculpa humana.
Supongamos que una serpiente portadora del letal veneno del dolor, pica a todo un pueblo, sin que ninguno se dé cuenta. Todos están envenenados de dolor, algunos culpan a los que estaban a cargo del pueblo, otros culpan a sus padres por no haberlos cuidado, otros culpan a sus hijos, otros culpan a la falta de organización, otros se culpan a sí mismos, pero todos siguen envenenados.
Hasta que alguien de ese pueblo se dé cuenta que él mismo está envenenado, nadie podrá liberarse del veneno. No importa que se dé cuenta que los demás también están envenenados, de nada vale si saliera a intentar que todo el pueblo se libere del veneno, si él mismo no lo hizo primero, porque sólo podrá suponer cómo se vería la vida sin veneno, pero no sabrá lo que realmente es la vida.
En definitiva, no importa cuál es la explicación o justificación que le das a tu dolor, tu ira, tu temor, o cualquier manera de envenenamiento, lo que necesitás es sacarte el veneno que llevas dentro, eso es perdonar.
Algunas personas quedan atrapadas en pensar que van a perdonar siempre y cuando suceda tal cosa, o tal otra. Y no se dan cuenta de que así siguen sosteniendo el veneno dentro de ellos. Perdonamos para liberarnos y es responsabilidad de cada uno perdonarse a sí mismo, porque nadie te puede liberar de tu dolor, así como tú no puedes obligar a nadie a soltar el suyo.
Hay un viejo proverbio Cherokee que dice: “cuando señalas a otra persona, tres dedos te están señalando a ti mismo”³. Aplicado al perdón, sería algo así como, cuando quieres que le suceda algo a otra persona para perdonarla, en realidad lo estás pidiendo tres veces para ti mismo.
¿Cómo perdonar a quienes nos hicieron daño? ¿Cómo perdonar a los supuestos enemigos? Querer que una persona pase por la cárcel, o cualquier tipo de condena, está bien visto por nuestra sociedad occidental, que levanta una y otra vez los muros de la separación, pero no deja de ser una manera de autoenvenenamiento. Ponemos toda la energía contra el enemigo porque no podemos sentir el dolor que llevamos adentro, entonces disparamos ese dolor contra alguien que en nuestra historia cumple el rol del enemigo. ¿No fue eso mismo lo que le sucedió a nuestro supuesto enemigo? No poder sentir el dolor que llevaba adentro y entonces lo disparó contra nosotros que cumplíamos el rol del enemigo.
¿Quién conoce un bebé malo? A la gente le suceden cosas atroces que los transforman en monstruos. ¿Y sus decisiones? Sin lugar a dudas, tomaron las peores decisiones para sí mismos, pero lo hicieron en el total desamparo de no haber tenido alguien con Amor Verdadero que les mostrara el camino. Por un instante imaginate la condena interior, el estado de envenenamiento que tiene ese ser. No sólo por todo el veneno que le pusieron dentro, sino por saberse perpetuador de ese dolor. No te olvides que si realmente hubiera cortado toda su conexión con el manantial del Amor, se hubiera muerto.
Es tan frágil nuestra confianza en nuestro manantial, que siempre que nos paramos ante un supuesto malvado lo creemos fuerte y poderoso, en lugar de afirmarnos en el manantial del Amor y la Verdad. Cuando esa duda ocurre es porque ya recibimos parte del veneno que esos seres portan. Los supuestos malvados son los más doloridos, son los que necesitan ayuda para retornar al Amor y la Verdad. Es necesario Amar la Verdad y vivirla con Amor, para que un día esas personas tengan la oportunidad de reconocerse, y ahí tomen la decisión que tengan que tomar.
Mientras no puedas perdonar a los otros, perdonate a ti mismo por no poder perdonar. Solo centrate en aceptar el dolor que llevás adentro, y darte cuenta que no importa la otra persona. Mientras no soltás el dolor, te seguís envenenando.

Quinto capítulo del libro ¨Trece preguntas al Amor¨ de Alejandro Corchs, publicado en agosto de 2009 por editorial Cruz del Sur.

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